ías con muchas horas de luz, calorcito o calorazo (según el día y la sensibilidad de cada cual), vacaciones, paseos, playa, excursiones, quedadas con amigos… El verano está aquí y no hay quien lo pare.
Es la estación de la expansión, de la apertura, cuando la naturaleza se luce en todo su esplendor, con sus cosechas abundantes.
El verano es la estación de la energía del fuego. La naturaleza se mueve con esa energía expansiva, alegre, generosa y un tanto desbordada. Y, aunque a veces no seamos conscientes, la naturaleza marca nuestros ritmos, nuestras sensaciones y emociones, la relación que hay entre el yo y el medio que habito.
POR QUÉ ADAPTARSE A LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ESTACIÓN
La vida moderna hace que estemos muy desvinculados de los procesos naturales y del paso de las estaciones. Las comodidades con las que vivimos hacen que no seamos conscientes de los cambios según en qué momento del año estemos.
En invierno, gracias a la luz eléctrica, podemos acostarnos igual de tarde que en verano. En verano, gracias al aire acondicionado podemos estar en la oficina de manga larga y chaqueta. En los meses fríos nuestro frutero de confianza nos ofrecerá tranquilamente sandías y frutas tropicales, y en verano nos beberemos nuestros zumitos de naranja procedentes de países que están a miles de kilómetros del nuestro.
No acompasar nuestros hábitos y ritmos vitales con la estación en la que estamos puede derivar a la larga en un estado de enfermedad.
Si conocemos las características naturales de cualquier estación, y adecuamos nuestros hábitos a ellas, viviremos en armonía, la cual es un seguro de salud.
HÁBITOS QUE NO NOS INTERESAN
Es cierto que el calor del verano puede llegar a ser desesperante, y en esa lucha contra las altas temperaturas, con mucha frecuencia nos dejamos llevar por soluciones extremas, que debilitan nuestro organismo.
Basar nuestra alimentación en los meses estivales solo en ensaladas y frutas, puede parecer muy buena idea, pero no lo es tanto. Si nuestras ensaladas solo contienen verduras que nos enfrían podemos estar desmineralizándonos, ya que nos harán eliminar líquidos.
Otro hábito muy normal durante el verano es tomarlo todo frío, recién sacado de la nevera y en ocasiones del congelador: agua fría, zumos, helados, cremas frías, granizados… La ingesta de estos alimentos a temperaturas tan bajas nos da una sensación de frescor pero por poco tiempo. Sin embargo, el efecto de debilitamiento sobre nuestro organismo durará mucho más.
El verano también suele ser un tiempo más relajado, en el cual es fácil que nos apetezca más el dulce: helados, postres cremosos, batidos endulzados, refrescos… los cuales nos provocarán el mismo efecto de debilidad interna.
QUÉ ALIMENTOS TOMAR EN VERANO
Verduras: Las propias de la estación combinadas con verduras de raíz, que nos equilibran y dan un toque dulce a nuestros platos. Calabacín, pepino, cebolla tierna, pimientos, tomates, remolacha, zanahoria. También nos convienen verduras con un punto amargo como la escarola, las endivias o las hojas de acelga.
Frutas: Fruta de temporada como melón, sandía, cerezas, melocotones, ciruelas… La fruta nos ayuda a tener cubierta la necesidad de dulzor en nuestra alimentación. Pero debemos escuchar a nuestro cuerpo y ver si la fruta nos sienta bien y en qué cantidad. En ocasiones un exceso de fruta puede provocarnos fatiga y decaimiento. En especial en personas con riñón débil y problemas de energía.
En el supuesto de que no hiciéramos una buena digestión de la fruta o nos provocara frío interno, podemos cocinarlas un poco o macerarlas con un poquito de sal.
También es aconsejable no comerlas recién sacadas de la nevera. Mejor tenerlas un rato fuera y comerlas a temperatura ambiente.
Legumbres: Las mantendremos adaptando la forma de comerlas. Nos aportan proteína más ligera que los productos animales.
Las podemos tomar en formatos más frescos, como ensaladas o “empedrats” acompañando a las verduras de temporada.
En verano podemos recurrir a legumbres ya cocidas, en tarros de cristal, así nos ahorramos el calor de estar en la cocina.
También podemos consumir las legumbres en forma de tofu y de tempeh. El tofu lo podemos marinar y consumir así junto con verduras en ensalada, escaldadas, etc.
Cereales: Es el momento de reducir su consumo para aligerar nuestra digestión y no provocarnos más calor. Serían buenas opciones la quinoa, la polenta (sémola de maíz), el arroz basmati, la cebada, el cuscús o las pastas.
Para que no nos provoquen más calor, los cereales que se lavan, no deberíamos secarlos con calor antes de cocinarlos. Técnica que sí es muy conveniente durante los meses fríos porque nos da una mayor energía.
Grasas: Nuestro organismo no necesita mucho aporte de grasas en esta estación, ya que parte de las grasas que ingerimos el cuerpo la usa para mantener la temperatura corporal. Rebajaremos al máximo el uso de aceite. Podemos incluso pochar con agua para dar un efecto más ligero a nuestras preparaciones.
Los frutos secos serán más puntuales y serán las semillas (calabaza y girasol) las que ganarán protagonismo.
Algas: La transpiración hace que perdamos abundantes minerales, y nada como las algas para ayudar en nuestra remineralización. El alga nori, wakame y dulse serían ideales para esta estación, siendo muy fáciles de incorporar en nuestra cocina diaria. En verano las podemos añadir en ensaladas o usar como topping en cremas frías.
TIPOS DE COCCIÓN PARA EL VERANO
Tan importante es qué alimentos consumimos como la manera de trabajarlos. En verano las cocciones deben ser ligeras, para que no nos aporten calor extra. Así tampoco estaremos mucho tiempo en la cocina pasando calor y tendremos más tiempo para salir y disfrutar de actividades en el exterior.
Las cocciones que más nos interesan ahora son los macerados, escaldados, prensados, salteados cortos… Dejaremos los hornos apagados hasta que refresque.
Aunque si notamos que hemos abusado de alimentos fríos, o ha habido una bajada de temperatura, típica con las tormentas de verano, o un día que el bañador mojado nos ha destemplado, o simplemente el cuerpo nos lo pide… en esos casos la mejor prevención es tomar una sopita caliente (en verano podemos seguir tomando sopa de miso, adaptada a la estación) o cualquier cocción que nos ayude a generar calor interno.
Si somos propensos a los catarros de final de verano y principio de otoño, o si durante la estación fría somos personas que siempre se acatarran, deberíamos repasar nuestros hábitos de alimentación del verano. El exceso de alimentos extremos y desmineralizantes junto con las cocciones frías perjudica nuestro sistema inmunitario y nos hace candidatos a ese tipo de enfermedades.
Los sabores que deberíamos potenciar en verano son los ácidos y amargos. Si los alimentos que vamos a comer no tienen estos sabores, podemos ayudarnos incorporándolos en salsas y aliños.
Durante estos meses deberíamos rebajar mucho el consumo de alimentos secos y con harinas, como el pan y sus derivados, que harán que tengamos más sed. Mejor incorporar alimentos de textura cremosa como cremas frías (no recién sacadas de la nevera), salsas o batidos de frutas y verduras.
DISFRUTA DEL VERANO, CUÍDATE TODO EL AÑO
Aprovecha las horas más frescas. Madrugar en verano tiene premio, ya que puedes hacer actividades cuando aún el sol no ha calentado. Y si vas a estirar mucho el día (cosa que apetece, la verdad) rebaja tu actividad en las horas centrales de calor.
Este año haz de la energía del verano tu aliada para disfrutar al máximo de la vida en espacios abiertos, de las relaciones sociales y de la vida un poco más relajada.
Busca alimentos que te refresquen sin robarte vitalidad. No abuses de bebidas frías, de alcohol y dulces y verás como llegas al otoño en plena forma.
Qué tengas un buen verano!!